Mar azul, azul verde oscuro.
Tú que bates incansable,
en mi pecho te presiento.
El agua se arrastra, delicada
sobre los sedimentos
de un muro anterior
a la vida hecha grafitis.
Las señales ya no nos confunden,
ni para reecontrarnos de nuevo.
Son imágenes envasadas al vacío,
o enlatadas para conservar,
las que nos muestran
que lejos hemos llegado,
sin habernos movido del sitio.
Y mientras el sol cae de nuevo,
como tantas veces, como siempre.
Sabiduría de ámbares luminiscentes
que llegan a mis ojos,
y a los tuyos, y a los de todo el mundo.
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