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miércoles, 30 de noviembre de 2011

poesia indignada - sin queso, sin leche y sin miga de pán- por JOSEF ANTONI

Una cascada de luz en el agua deja limpia mi lengua.

Suave el canto planea bajo el sol mas hermoso.

Es la magia que despierta el cristal de los sueños.

La estrella errante que reparte fortuna a la mirada inocente.

La luna lunera que canta una nana al pié de la cuna.

Una cuna manchada de sangre por el señor de la guerra.


Señor que maneja la bolsa con un arma en la mano.

Lunático que esclaviza el carácter con un uniforme.

Quijote maligno que acomete molinos que descansan en paz.

Allá te estarán esperando tus muertos y sobre tu tumba se bailará un rock

and roll.


No permite el deforme que se escuche en la calle mi canto.

Mis acordes se ahogan en los tubos de escape.

La bocina estridente no da lugar a la orquesta.

Mis versos patinan sobre manchas de aceite.

Las palabras son ostias y una ostia en el tímpano deja muda la música y a mi

canto sin voz.


Es ahora mi canto una puta sin dueño para saciar los instintos.

Los instintos son madres con un niño en sus brazos.

En su brazo lleva tatuada una frase.

Una frase que dice matar al poeta que perturba la calma.

La calma es un niño sin queso, sin leche y sin miga de pan. 


Un niño sin queso, sin leche y sin miga de pan, es un político que hurta a su

pueblo.

Es una manta raída cubierta de escarcha debajo de un puente.

Es una nave industrial sin obreros ni máquinas.

Es una vivienda en penumbra con una envoltura de polvo.

Es un hombre sin jornal que no paga sus deudas.

Es la patera que se hunde al cruzar el estrecho.

Son cosechas que se pudren y aranceles.

Es un montón de dinero bajo el mármol.


Que alguien mate al jodido poeta

                                                         me aburren sus versos.
                                               


Mis versos se escuchan entre los dolores de un parto en una chavola.

Los vecinos se agolpan a esperar la noticia.

La noticia es un techo caído por la última lluvia.

Un camino anegado de orines y agua.

El hedor de las heces que perturba el olfato.

Una epidemia de ratas que ataca a los niños.



El rugir de un buldózer acalla mis notas.

La última cunda trajo espectros sin nombre.

La chatarra se oxida y una avispa se posa en el brazo de un niño.


Que se calle ese niño que no lo soporto.

                                         Ese niño sin queso, sin leche y sin miga de pan.

                                                                                              

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