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lunes, 23 de enero de 2012

Los factores del cambio social por JOSÉ LÓPEZ



Disculpad el formato, no hemos podido cambiarlo.


�Por qu� se producen las revoluciones? �Por qu� no se producen? �Cu�les son
los factores del cambio social? Matizando el art�culo Indefensi�n aprendida y
consumismo: un arma en defensa del sistema capitalista de Pedro Honrubia.


PRIMERA PARTE:


Quisiera matizar y completar, si se me permite, el magn�fico art�culo de Pedro
Honrubia titulado Indefensi�n aprendida y consumismo: un arma en defensa del
sistema capitalista, el cual se centra casi exclusivamente en alguna de las causas por
las que la revoluci�n no surge todav�a. Dicho sea de paso que Pedro desprecia el
hecho de que actualmente pudi�ramos estar en los principios de un posible proceso
revolucionario mundial, el movimiento de indignaci�n internacional es potencialmente
revolucionario. Quienes deseamos la revoluci�n social deberemos trabajar
obstinadamente para que pase de ser potencial a real. En dicho art�culo, el cual es una
gran aportaci�n, pero el cual tambi�n, a mi modo de ver, se cae en cierto
reduccionismo, Pedro achaca al control ideol�gico del sistema capitalista (que �l llama
consumismo-capitalismo) sobre las masas el hecho de que �stas no se rebelen contra
�l. La gran aportaci�n del susodicho art�culo consiste en explicarnos uno de los
mecanismos psicol�gicos, la indefensi�n aprendida, mediante el cual el sistema
controla en cierta medida la manera de comportarse de sus ciudadanos alienados. Por
si fuera poco Pedro nos explica pormenorizadamente la trampa del consumismo, la
ilusi�n que nos vende el sistema capitalista de que cualquiera puede enriquecerse y
lograr el ��xito�. El capitalismo nos vende la utop�a individual al mismo tiempo que
niega la social, nos crea la falsa ilusi�n de que todos podemos prosperar
individualmente, mientras nos incita a no luchar colectivamente, a aceptar las reglas
de su juego, a poner nuestro destino en manos de la diosa Fortuna. Evidentemente no
puede despreciarse dicho control ideol�gico, el cual es uno de los factores clave para
evitar la revoluci�n social. Sin embargo, no es el factor �nico. Tambi�n deben
considerarse los factores objetivos, adem�s de otros factores subjetivos.
Por ejemplo, yo creo que es evidente la influencia del fracaso de todas las izquierdas,
reformistas y revolucionarias, en el siglo XX para explicar por qu� en el siglo XXI,
cuando el capitalismo est� sufriendo una de sus grandes crisis (�tal vez terminal?),
todav�a parezca demasiado lejana la necesaria revoluci�n social. Yo pienso que la
izquierda no podr� resurgir con fuerza mientras no haga una labor seria de autocr�tica,
mientras no se rearme ideol�gicamente, para lo cual debe practicar en altas dosis el
librepensamiento, el m�todo cient�fico. Hay que aprender de los errores en la praxis
hist�rica. A mi entender, esto no se ha producido a�n en cuant�a suficiente. Mucha
gente todav�a no ve alternativas al sistema actual porque, entre otros motivos, la
izquierda no ha sido capaz a�n de corregir sus errores ideol�gicos m�s profundos,
pues una parte de ella (la reformista) se ha sometido por completo al capitalismo,
convirti�ndose en uno de sus mejores aliados, pero otra parte de ella (la
revolucionaria) est� mayormente presa de dogmatismos y sectarismos, lo cual le
impide avanzar en el campo de la teor�a, y por tanto en la pr�ctica. S�lo con el esp�ritu
original de los padres del marxismo, del anarquismo, e incluso de los pensadores de la
Ilustraci�n, podremos avanzar en el campo de la teor�a. Como dec�a Lenin muy
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acertadamente, sin teor�a revolucionaria no hay pr�ctica revolucionaria. �Pero
debemos superar los errores (sin renunciar a los aciertos) de Marx, Engels, Lenin,
Trotsky, Bakunin, Kropotkin, Proudhon, Voltaire, Rousseau,�! Por lo menos debemos
intentarlo. Como as� hicieron dichos personajes con sus antecesores. Y s�lo podremos
hacerlo con el mismo esp�ritu (si es posible con m�s) que ellos emplearon en mayor o
menor medida: estudiando cr�ticamente todo tipo de teor�as, contrastando sin l�mites,
sin miedo, entre teor�as y entre teor�a y pr�ctica, la juez suprema de toda teor�a.
Este humilde ciudadano as� lo ha intentado. En diversos escritos m�os (Democracia vs.
Oligocracia, Los errores de la izquierda, Relativizando el relativismo, �Reforma o
Revoluci�n? Democracia) he procurado aportar mi granito de arena para el necesario
rearme ideol�gico de la aut�ntica izquierda. A ellos remito al lector deseoso de
profundizar en lo dicho por m� en este art�culo. En mi blog es posible acceder
gratuitamente a todos mis art�culos y libros y distribuirlos libremente si se considera
que pueden aportar algo interesante a la causa revolucionaria. Asimismo,
centr�ndome en el art�culo de Pedro, me gustar�a compartir algunas reflexiones (no
necesariamente originales por mi parte, no digo nada nuevo, tan s�lo, quiz�s, mi
aportaci�n tenga que ver con la manera de decirlas) acerca de los factores del cambio
social, extra�das de mi libro La causa republicana, en el cual defiendo la tesis de que
en el Estado espa�ol se da cierta combinaci�n de factores favorable a la revoluci�n
pol�tica y social. Esto lo dije cuando publiqu� el libro aproximadamente un a�o antes
del surgimiento del movimiento 15-M, y lo sigo diciendo en la actualidad. En dicho libro
defiendo la idea de la importancia de la lucha por la Tercera Rep�blica espa�ola para
la causa del desarrollo de la democracia mundial. No digo esto por ning�n
�etnocentrismo�, los espa�oles no somos superiores a nadie, nadie es superior a
nadie, yo particularmente no creo en los nacionalismos (si bien los respeto, pues estoy
a favor del derecho de autodeterminaci�n de los pueblos), simplemente en nuestro
pa�s se dan ciertas circunstancias especiales, las cuales explican su protagonismo en
la revoluci�n democr�tica internacional que puede estar inici�ndose. No por
casualidad aqu� surgi� el movimiento 15-M, el cual se inspir� en otros movimientos
revolucionarios, al menos potencialmente revolucionarios (T�nez, Egipto, Islandia),
pero tambi�n supuso un salto cualitativo en las protestas, pues esta vez era un pa�s de
cierto tama�o supuestamente democr�tico europeo el cual reivindicaba la democracia
real y no s�lo una salida distinta a la crisis (como as� ocurr�a fundamentalmente en
Grecia). No por casualidad el movimiento de indignaci�n espa�ol sirvi� de modelo a la
indignaci�n internacional, que incluso lleg� a la metr�poli capitalista, al centro del
Imperio. El movimiento �Occupy� estadounidense tiene claras influencias espa�olas,
para bien y para mal. Por supuesto que a�n estamos muy lejos de la revoluci�n, pero
por lo menos ahora puede empezar a vislumbrarse ciertas posibilidades
revolucionarias. Posibilidades que deber�n convertirse en realidades trabajando
insistentemente para que as� sea. Este art�culo, como todos mis escritos, tan �s�lo�
pretende ayudar a ello.
Los acontecimientos hist�ricos, de cualquier �ndole, se producen porque existe
cierta combinaci�n de factores que hace que se produzcan. Es muy dif�cil prever y
hasta explicar por qu� se produce tal o cual hecho porque no se trata s�lo de sumar
factores, como si fuesen independientes, sino que dichos factores se realimentan
mutuamente o se contrarrestan. No existe una ecuaci�n m�gica que nos permita
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explicar totalmente por qu� ocurren las cosas en la sociedad humana. Sin embargo,
aunque no exista dicha f�rmula, o aunque la desconozcamos (si es que existe), lo que
s� existen son factores que parecen estar relacionados con los hechos. Dicho de otra
manera, aunque no conozcamos la f�rmula que nos relacione las causas y los efectos
de los acontecimientos hist�ricos, s� conocemos los �ingredientes� de dicha f�rmula, s�
sabemos de la relaci�n entre ciertas causas y ciertos efectos. A�n nos queda mucho
camino por delante para formular una teor�a cient�fica de la historia humana. El
materialismo hist�rico y la ley del desarrollo desigual y combinado de la sociedad
suponen un principio importante pero a�n insuficiente. Por tanto, mientras no seamos
capaces de formular una teor�a que explique fehacientemente lo que ocurri� y lo que
ocurrir�, toda explicaci�n sobre lo acontecido est� sujeta a discrepancias, a distintas
versiones (y esto no es el problema, el problema surge cuando s�lo ciertas versiones
pueden ser conocidas), y toda previsi�n est� sujeta a un margen de error nada
despreciable. Incluso, si alg�n d�a somos capaces de establecer ecuaciones para
explicar los fen�menos del pasado o para prever los del futuro, esto no debe
asustarnos porque no significa necesariamente que todo est� predeterminado. Una
ecuaci�n puede tener una fuerte componente aleatoria. Existen ecuaciones en la
teor�a estad�stica que pueden prever los acontecimientos futuros con cierto margen de
error. Por ejemplo, se puede calcular la probabilidad de que en determinado juego de
azar se d� cierta jugada. Pero no hay que confundir la probabilidad con la certeza. Si
alg�n d�a somos capaces de desarrollar una teor�a cient�fica que explique la historia
humana, no cabe duda de que las ecuaciones de dicha teor�a ser�n ecuaciones
probabil�sticas. El ser humano, y por extensi�n la sociedad humana, tienen una
alta componente aleatoria, de imprevisibilidad (�afortunadamente!).
La ciencia revolucionaria, como cualquier ciencia, debe analizar el universo objeto de
estudio, en este caso la sociedad humana, para comprender sus leyes, pero, a
diferencia de otras ciencias, en ella se pretende adem�s alterar dicho universo. La
ciencia revolucionaria tiene como objetivo �ltimo la transformaci�n de la sociedad. Las
leyes de la sociedad humana, a diferencia de las leyes de la naturaleza, no son
inmutables. Los humanos tenemos cierta capacidad de alteraci�n de dichas leyes.
Aquellos que aspiramos a una sociedad mejor necesitamos conocer c�mo funciona la
sociedad para transformarla, para alterar, en la medida de lo posible, su
funcionamiento. A diferencia de otras ciencias, en las que nos limitamos a ser
espectadores del universo estudiado, en las que s�lo podemos conocer sus leyes y
someternos a ellas o en todo caso en las que s�lo podemos usarlas para nuestro
propio beneficio, leyes inmutables que no dependen de nosotros, en las ciencias
humanas, las leyes las hacemos, con cierto margen de libertad (no infinito desde
luego) los propios humanos. En la sociedad humana somos a la vez v�ctimas de sus
leyes y hacedores de las mismas. En la sociedad humana somos protagonistas, no
s�lo espectadores.
La necesidad estimula la creatividad, el esfuerzo, la acci�n, la iniciativa, la
fortaleza, la eficiencia, la solidaridad, el cambio. La comodidad, al contrario,
produce idiocia, pereza, pasividad, conformismo, debilidad, incapacidad,
ego�smo, inmovilismo. Parece que el ser humano es capaz, en ocasiones, de sacar
a la luz sus mejores facetas cuando las cosas van peor. As�, en las situaciones
extremas, sacamos a relucir nuestro aut�ntico yo. La vida, especialmente cuando no
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nos trata bien, nos pone a prueba, nos permite conocernos a nosotros mismos. En
medio del horror de la guerra, en medio del infierno, el ser humano es capaz de sentir
compasi�n, de sacrificarse por los dem�s, cuando no es dominado por la locura de la
situaci�n que vive. As�, la creatividad art�stica o cient�fica, muchas veces, es hija de la
soledad, de la necesidad de comunicaci�n insatisfecha, de la desesperaci�n, de la
incomprensi�n. Abundan en la historia los casos de grandes genios que ten�an
grandes problemas que ellos consegu�an superar o sobrellevar a base de su
genialidad. El sufrimiento inspira. Seg�n Freud, la inspiraci�n es producto de un
conflicto psicol�gico no resuelto o de un trauma de la infancia. Las dificultades
estimulan el af�n de superaci�n. La solidaridad emerge cuando la situaci�n cr�tica lo
requiere, cuando la necesidad es extrema. Esto podemos observarlo ante cualquier
cat�strofe natural. La eficiencia aumenta cuando la necesidad de gestionar mejor los
recursos apremia, cuando la escasez es grande. Una familia pobre gestiona mejor su
econom�a que una familia rica. El despilfarro existe sobre todo cuando hay
abundancia. El ser humano tiene tendencias contrapuestas que en funci�n del
entorno, del contexto, de las circunstancias, pueden amplificarse o atenuarse. El ser
humano es capaz de lo peor y de lo mejor. Pero, extra�amente, muchas veces, saca lo
peor de s� cuando todo le va bien, y lo mejor de s� cuando todo le va mal. La
comodidad lo empeora y la necesidad lo mejora. Como dec�a Ortega y Gasset: En el
dolor nos hacemos, y en el placer nos gastamos.
El motor del cambio tiene un combustible fundamental: la necesidad. Cambiamos
porque necesitamos cambiar. La necesidad mueve el mundo. Tanto el mundo
natural como el humano. Todos los seres vivos tenemos unas necesidades que
satisfacer y la mayor parte del tiempo, sino todo, lo dedicamos a satisfacerlas. Y
cuando no podemos satisfacerlas entonces cambiamos para poder satisfacerlas, o
simplemente para satisfacerlas mejor. Trabajamos, comemos, nos aseamos,
dormimos, practicamos sexo, leemos, escuchamos m�sica, nos relacionamos con
nuestros semejantes,�, porque debemos satisfacer nuestras distintas necesidades.
Nos cambiamos de trabajo, de vivienda, de ciudad, de pa�s, de pareja, de�, porque
debemos satisfacer nuestras distintas necesidades, porque �stas no eran satisfechas
suficientemente. Cambiamos nuestra manera de ser porque necesitamos adaptarnos a
nuestro entorno o porque necesitamos sentirnos mejor con nosotros mismos. Todos
los seres tenemos unas necesidades f�sicas y unas necesidades psicol�gicas. Las
primeras son m�s urgentes y las segundas surgen s�lo cuando las primeras han
llegado a un m�nimo grado de satisfacci�n. Un hambriento no se preocupa de leer,
s�lo le obsesiona llevarse alimentos a la boca. Para �l la lectura no es una necesidad
mientras no haya satisfecho la imperiosa necesidad de alimentarse. Tenemos una
jerarqu�a de necesidades. Unas necesidades fisiol�gicas b�sicas, prioritarias, y sobre
ellas, unas necesidades psicol�gicas, superiores, m�s prescindibles.
Cambiar puede suponer un enorme esfuerzo. Necesitamos cambiar pero tambi�n
necesitamos no cambiar demasiado. Si no cambiamos, no nos realizamos como seres
inteligentes porque llevamos en nuestros genes el instinto de superaci�n, de progreso,
adem�s del instinto de supervivencia. Inteligencia implica adaptaci�n, es decir,
cambio. Pero si cambiamos demasiado entonces nos esforzamos demasiado y esto
requiere mucha energ�a. Como el resto de seres de la naturaleza, sucumbimos ante la
ley del m�nimo esfuerzo, del m�nimo consumo de energ�a. Porque toda energ�a que
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perdamos la debemos reponer y esto a su vez requiere m�s consumo de energ�a. En
definitiva, necesitamos ciertas dosis de cambio, pero tampoco excesivas. Por esto, en
general, normalmente s�lo cambiamos cuando no tenemos m�s remedio. O dicho
de otra manera, cambiamos mucho s�lo cuando lo necesitamos, mientras no lo
necesitemos, cambiamos poco. En realidad necesitamos cambiar poco en el fondo y
mucho en las formas. Los cambios superficiales requieren poco esfuerzo y nos dan
�salsa� a la vida. Los cambios profundos, los verdaderos cambios, requieren mucho
esfuerzo y procuramos evitarlos mientras sea posible. Siempre estamos m�s por la
labor de cambiar nuestra vestimenta, nuestro coche, nuestra casa, nuestra ciudad de
residencia, incluso el pa�s en casos de gran necesidad, pero nos cuesta mucho
esfuerzo, si es que lo conseguimos, cambiar nuestra forma de pensar o de actuar.
Estamos hablando de cuando ya somos adultos, cuando somos ni�os cambiamos
continuamente, intensamente, porque nos estamos formando como personas. Si bien
seguimos creciendo como personas a lo largo de toda nuestra vida, lo hacemos sobre
todo al principio de �sta. Una persona mayor cambia mucho menos que un ni�o.
Siempre es menos costoso cambiar de trabajo que cambiar el modo en que funciona
la empresa de la que huimos, y lo mismo puede decirse en general de cualquier grupo
humano. Normalmente optamos por huir del grupo que no nos gusta en vez de intentar
cambiarlo. Porque cambiar el grupo implica mucho m�s esfuerzo, requiere cambiar la
manera de actuar o de pensar de muchas personas, o de las personas responsables
del grupo. Los primeros, cambios superficiales, nos rompen la monoton�a
(necesitamos acotar la monoton�a) y no nos suponen, normalmente, grandes
esfuerzos. Los segundos, cambios profundos, por el contrario, nos crean inestabilidad
psicol�gica y suponen enormes esfuerzos, muchas veces imposibles de realizar. Los
primeros los necesitamos, los segundos los intentamos evitar.
Los pobres necesitan cambiar m�s que los ricos porque �stos tienen mejor satisfechas
sus necesidades, porque s�lo deben preocuparse de sus necesidades psicol�gicas,
mientras que los pobres a�n deben centrarse en sus necesidades f�sicas b�sicas. No
cabe duda de que luchar es algo muy inc�modo. �Afortunados aquellos que no
conocen lo que es la lucha! Aunque en la vida todo tiene su precio, todo tiene sus
ventajas e inconvenientes. Aquellos que tienen la suerte de no tener que luchar porque
otros ya lo han hecho por ellos (t�picamente los padres o los abuelos) tienen el
inconveniente de que ante el m�s m�nimo problema se hunden, la falta de pr�ctica
para luchar ante los obst�culos les impide solventarlos cuando la mala suerte hace
acto de presencia. Lo que es un gran problema para un rico, es una minucia para un
pobre. Ya quisieran muchos pobres tener los problemas que tienen los ricos. Cuando
en la vida se tienen problemas serios, los peque�os problemas no quitan el sue�o. Las
experiencias pr�cticas de la vida nos ayudan a relativizar, a darles la importancia
correcta. Siempre se quejan m�s los que tienen menos motivo. No hay m�s que viajar
a pa�ses del Tercer Mundo para ver c�mo sus habitantes, a pesar de las calamidades
que sufren a diario, no han perdido la capacidad de sonre�r, de disfrutar con las cosas
sencillas de la vida, con lo verdaderamente importante, capacidad casi perdida en el
llamado Primer Mundo. No hay m�s que ver, en nuestros pa�ses, c�mo la gente de
�abajo� es m�s luchadora, fuerte, c�lida, vital. Por supuesto, estamos hablando dentro
de unos l�mites. La gente que est� muy, muy, muy mal ya no tiene ni fuerzas para
sonre�r, ni para luchar ni simplemente para pedir limosna. Parece que el ser humano
es capaz de reaccionar, de cambiar, sobre todo, cuando est� al borde del
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abismo, cuando no tiene m�s remedio, pero cuando a�n tiene alguna esperanza,
algo por lo que luchar. Los cambios en la sociedad los provocan pues los pobres
pero no los vagabundos, el proletariado pero no el lumpemproletariado, los m�s
necesitados pero no los m�s desesperanzados.
Pero no es suficiente con necesitar cambiar para cambiar, tambi�n es necesario ser
consciente de ello. Parece que sin estos dos ingredientes, necesidad y conciencia, no
es posible el cambio, o es muy poco probable. Si no necesito cambiar porque estoy
razonablemente bien entonces no cambio. Si no soy consciente de la necesidad de
cambiar (aunque en realidad exista dicha necesidad) entonces no cambio. Si soy
consciente de la necesidad de cambiar, pero no lo soy de la posibilidad de hacerlo,
entonces tampoco cambio. La sociedad, el individuo, cambia, lo intenta, sobre
todo cuando, como m�nimo, se cumplen estas tres condiciones: existe una
necesidad real de cambio, se es consciente de dicha necesidad, y adem�s se es
consciente de la posibilidad de llevar a cabo el cambio con �xito, o con cierta
probabilidad de �xito.
La historia de la sociedad humana es compleja. Existen muchos factores,
objetivos y subjetivos, que entran en juego, que se interrelacionan de forma
compleja, de tal manera que las contradicciones hacen decantar el derrotero de
la historia de un modo u otro. La necesidad real de cambio es el principal factor
objetivo, mientras que la conciencia de la necesidad de cambio y la conciencia de la
posibilidad de cambio son los principales factores subjetivos. La necesidad es objetiva,
existe independientemente de que la consideremos o no. La conciencia, por el
contrario, es subjetiva. La primera existe independientemente de nuestra mente, de
nuestra percepci�n. La segunda es un producto de nuestros pensamientos, de
nuestros sentidos. Todos los seres vivos tenemos la necesidad perentoria de
alimentarnos. Y somos conscientes de dicha necesidad a trav�s de nuestros sentidos.
Nuestro est�mago nos avisa cuando necesita alimento. Si no fu�ramos capaces de ser
conscientes de la necesidad de alimentarnos, nos morir�amos de hambre, porque no
ser consciente de una necesidad real no la elimina. La necesidad existe
independientemente de la conciencia, pero al rev�s no.
De la combinaci�n de esos tres factores fundamentales depende el curso de la
historia. Muchas veces, peque�os cambios en la proporci�n entre dichos factores,
hacen decantar la balanza hacia un lado o hacia su opuesto. As�, pa�ses atrasados,
forzados por la necesidad, son capaces, �inexplicablemente�, de pisar el acelerador de
la historia para hacer un gran salto cualitativo, cuando los factores subjetivos se
suman a los objetivos. As�, pa�ses atrasados, con una necesidad real de cambio, no
evolucionan, incluso involucionan, cuando no se dan las circunstancias subjetivas
adecuadas. Y as� tambi�n, pa�ses adelantados, acomodados, sufren estancamiento o
involuci�n. La historia de la sociedad humana, en este sentido, puede compararse con
la de las personas individuales.
Si s�lo existe la necesidad, si s�lo existen factores objetivos, no se producen cambios.
Tambi�n es imprescindible la conciencia. Los cambios se producen cuando existen
en suficiente grado factores objetivos y subjetivos. S�lo es posible salir de la
oscuridad del t�nel, si se est� a oscuras (necesidad de cambio), si se es consciente de
que se est� a oscuras (conciencia de la necesidad de cambio) y si se ve la luz al final
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del t�nel, es decir, si se ve la salida (conciencia de la posibilidad de cambio). Aunque
tambi�n es posible el movimiento fuera del t�nel, es m�s dif�cil, se necesita un hito
hacia el que dirigirse. Siempre es m�s f�cil moverse en cierta direcci�n cuando se
tiene un objetivo claro al que dirigirse. La luz a la salida del t�nel es un claro objetivo,
por esto siempre es m�s f�cil moverse cuando se est� dentro de �l que fuera de �l. La
conciencia de la posibilidad de cambio tambi�n es importante porque si no se ve la luz,
no se sale del t�nel. Incluso, en ocasiones, aunque la necesidad no apriete, cuando es
posible ver claramente c�mo avanzar, pueden producirse cambios. Aunque esto
siempre es m�s dif�cil, siempre es m�s probable que el motor del cambio sea la
necesidad m�s que el af�n de mejora (desgraciadamente). O dicho de otra manera,
siempre es m�s probable el cambio cuando la necesidad es grande. Cuando �sta no
es tan grande, el af�n de mejora puede considerarse una necesidad no apremiante,
entonces el cambio es menos probable.
Si el avance fuese continuo, no producto de la imperiosa y urgente necesidad de
cambiar, si no se produjese s�lo cuando estamos al borde del abismo, entonces ser�a
m�s seguro, m�s eficaz, entonces, probablemente, ya hace tiempo que estar�amos
explorando estrellas lejanas, ya habr�amos superado la fase cr�tica de toda civilizaci�n
en que se decide su existencia, en que sobrevive a s� misma. Porque no es lo mismo
actuar cuando se est� al borde del abismo que cuando se est� en condiciones
normales. Las revoluciones normalmente surgen en callejones sin salida, cuando el
pueblo estalla. Si los cambios se producen continua pero pausadamente, con tiempo
suficiente para que no sean precipitados, se hacen mejor. Las prisas, la urgencia, no
son buenas consejeras. Las cosas bien hechas necesitan su tiempo. Si en vez de
probar un sistema alternativo nuevo s�lo cuando el antiguo colapsa o est� a punto de
colapsar, tuvi�ramos la posibilidad de probarlo a �l y a otros anticipadamente, cuando
hay varias salidas posibles entre las que elegir, entonces la probabilidad de encontrar
un sistema que supere al anterior y que funcione, ser�a mucho mayor. Como
dec�amos, la necesidad es el motor del cambio, pero para que el cambio sea exitoso,
lo ideal es que haya suficiente necesidad para que se produzca, pero no demasiada
para que no tengamos excesiva presi�n, para que no tengamos excesivas prisas.
Demasiado poca necesidad hace el cambio improbable y demasiada necesidad
produce un cambio precipitado, es decir, con poca probabilidad de �xito. Aunque a
veces, excepcionalmente, las prisas agudizan el ingenio de tal forma que se
encuentran soluciones que a priori parec�an imposibles. No todo el mundo responde
igual ante las presiones. Ni tampoco se comportan igual, en este sentido, los
individuos que los grupos. Los cambios sociales siempre requieren m�s tiempo porque
involucran a muchas personas y por tanto sus probabilidades de �xito son menores
cuantas m�s prisas haya.
Pero, mientras la sociedad est� dominada por minor�as privilegiadas, que s�lo se
preocupan de sus intereses, no de los intereses generales, es decir, mientras no
seamos capaces de establecer verdaderas democracias, estamos condenados a una
evoluci�n a saltos, a base de revoluciones traum�ticas, como la que hemos tenido
hasta ahora. Con una democracia verdadera, en la que la libertad existe en
abundancia, las ideas fluyen por la sociedad. �sta es din�mica, evoluciona
continuamente (pol�tica y socialmente, no s�lo tecnol�gicamente). Nada es perfecto y
todo es mejorable, pero es imprescindible un m�nimo de libertad para que las ideas
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puedan ser conocidas y probadas. La democracia no s�lo nos puede proporcionar
la posibilidad de salir del callej�n sin salida en que estamos actualmente, sino
que es la que nos puede permitir realmente evolucionar como especie, la que
puede acelerar nuestra evoluci�n. Estamos en un momento cr�tico en que la
conquista de la democracia (real) puede suponer el salto definitivo de la humanidad de
la adolescencia a la edad adulta. Quiz�s la conquista de la democracia sea el �ltimo
gran salto que nos quede por dar para pasar de una etapa en que avanz�bamos a
saltos, de forma traum�tica, con idas y venidas, a una etapa en que podamos
evolucionar de forma continua y tranquila, menos traum�tica, m�s segura, pero vista
con una perspectiva temporal amplia, m�s r�pida. Quiz�s pasemos de comportarnos
como la liebre que de repente corre, de repente se detiene, de repente vuelve hacia
atr�s, de repente vuelve a avanzar,�, para comportarnos como la tortuga que avanza
lenta pero de forma segura siempre hacia delante. La tortuga va m�s lenta que la
liebre pero llega antes. Mientras no seamos capaces de superar las contradicciones de
la actual sociedad humana, es decir, mientras existan las clases sociales (o mientras
haya un gran contraste entre ellas), la evoluci�n no dejar� de ser una lucha entre la
revoluci�n, el avance, cuando son las clases sociales bajas las que toman la iniciativa,
y la involuci�n, el retroceso, cuando son las clases altas las que toman la iniciativa.

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